«Lo mejor que te puede pasar es que te subestimen».
—A.G.S., 20 de marzo de 2025, noche, en una conversación que no tenía que ver absolutamente nada con esto.
No seré orgullosa,
ni necia,
ni arrogante
cuando mi única opción fue arrastrarme
sin sostener siquiera una lámpara de aceite
con la que encontrar algo de vida.
Nada bueno hay en la autosuficiencia
si necesitas amarrarla con fuerza
para palpar en tus cuerdas
una décima de calor.
Pero no actuéis
como si no os hubiera dado tiempo
a iluminaros los ojos.
No actuéis
como si fuera la villana del agua y la furia
por perforar la obra viva de vuestros barcos,
si no tuve más remedio que aprender
a usar una cola de sirena para defenderme.
Hasta las alas blancas de los pájaros
son intermitentes en las rutas del cielo
si le das la espalda al sol.
Así que no seré soberbia,
ni malvada,
ni ignorante
cuando fui forzada a encajar
las espinas de mis manos
para poder seguir trepando
la concavidad de la tierra.
No hay nada que agradecer
a quienes me vieron velando
mi propio cadáver
con la penumbra adolorida
y aún así vinieron
a hundirme en el cuerpo
sus maderas podridas
para acallar mis órganos.
No agradeceré la resiliencia.
No agradeceré
tener que forzarme a ser otro sonido,
ni a resistir la interferencia.
Pero si lo mejor que te puede pasar
es que te subestimen,
agradezco a mi interior
que es pequeño y está roto
y ha sido nublado de escamas,
porque antes de que os dierais cuenta
yo ya había vencido.
Y no quisiera parecer infame,
ni creerme inteligente
o apta
cuando me fue una imposición
dar caza a los cuervos sin alas
para poder robar las plumas
con que abrigar mis sombras.
Pero no actuéis
como si no os hubiera ofrecido linternas
para estirar los ojos,
no actuéis
como si no os hubiera dejado señales
en todos los cruces de cada camino,
porque hasta las más bellas hojas de té
ennegrecen el fondo de las tazas
si nunca se aclaran.
No debería ser engreída,
ni agradecer la sonrisa victoriosa
que respira con ansia
sobre las pústulas de mi cuello.
Pero yo ya os había dado veinte uñas de ventaja
cuando aprendí a salir del cañón entre las balas.
Porque lo mejor que te puede pasar
es que te menosprecien,
que te desdeñen,
que te absorban la vitalidad del núcleo
y la cáscara.
Antes de que os dierais cuenta
yo ya había vencido.
Y sí:
Ganar
se siente increíble.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tu comentario, insulto o amenaza: