“Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son al mismo tiempo más confusas y más intensas que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento. La soledad engendra lo original, lo audaz e inquietantemente bello: el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito”.

—La muerte en Venecia, Thomas Mann.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Siete espirales

En siete espirales asciendo
por tu pierna,
al extremo opuesto
de tu efigie.

No entenderás estas palabras.

Estrato córneo, 
comprendo el prisma del que mira
tallado absurdo en la retina.

Ve el tejido, 
araña y forma entre tu pelo,
el quejido

que cubre el ruido 
hacia la boca.

Siete espirales me camuflan
y no entenderás estas palabras.
Nunca quisiste hacerlo.

Risa blanca, falsa, frágil.
Siete espirales que me evaden 
del que mira

y hallo el método
sin márgenes.

Porque no hay error ni hay miedo.

Pero esa es la certeza:

No quieres
entender estas palabras:

Tú cerraste los ojos,
y ahora sé cerrar los míos.


martes, 26 de septiembre de 2017

El melocotón mecánico


El Mediterráneo es ahora
un melocotón mecánico.

Cada mañana,
antiguos guardacostas
se juntan en su orilla
y dan cuerda
a esa versión marítima
de la ingeniería,

rodeada

por oleadas de filas 
de móviles 
y tipos japoneses,
que ondean

y cubren con manzanas
los engranajes metálicos
que ya no pueden girar.

Porque el Mediterráneo es ahora
un melocotón mecánico,
y es una máquina famosa
en todo el mundo,
          
        —aunque a nosotros
          nos parecía más importante
          tener agua.

Pero para ellos importa.

Y nos dicen que alimentan con arte
un futuro
que no podremos morder.

Y la verdad
es que la naturaleza
y el público
          tenemos
                 cada vez
                            más
                                  sed.


martes, 11 de julio de 2017

Mi madre


Hay una grieta que me mira
desde las paredes ventanales 
de mi cuarto.

Y en el amanecer asoma 
cada día
su cara al despertar: 
el sol y los vecinos.

«¿Por qué no la arreglas?» 
me dicen.

Y yo a veces lo pienso,
y lo olvido.

Porque hay una grieta que me roza
las mejillas
en el frío blanco del invierno,
el cielo abierto del verano.

Y yo a veces me quedo, 
muda, y observo
cómo le crecen las arrugas 
formando
de frente a boca su sonrisa.

Y no la arreglo porque creo
que es su mano la que entra,
y creo que es quien planta
un beso en mi mejilla,
y que ella deja
las sábanas calientes,
un rizo,
un buenos días.

Y en la grieta,
la voz que es suya
y atraviesa,
como un silbido o una aurora, 
se queda,

y en idioma maternal
me dice:

«Asegúrate que llevas
las llaves,
la cartera,
el móvil,
el amor…
»

Y todas esas cosas importantes que sin ti
con tanta frecuencia olvido.

jueves, 29 de junio de 2017

Los pájaros y la nieve



Te cuento los días y la danza 
de los pájaros,
la pesada redondez de los relojes.

                                          Digo: 
cuéntame de su danzar sin rumbo
los activos rasgos de su vuelo
y habla,

habla sin cesar del mundo
como siendo el mundo
el opaco y centro en tu retina,
la corteza y manto de su tierra.

Cualquier palabra: 
estratosfera.
Cualquier palabra que me esconda
y no decir,
no decirte que...

Cuando no me ves, estamos,

espalda contra espalda 
y tras nosotros
aún más aire y más escena
y queda

oculta al ojo la materia
en la estrechez visible 
de mirar de frente.

Pues no es ver, sino intuir
un reverso del presente
en nuestra espalda
y presentir 
la nieve blanca que no es blanca
sin nombrarle blanco a sus matices.

Saber aún que si cubriera,
por decir: un continente,
pareciera ser borrado
de la tierra

por la mano inquieta
de algún niño.

Como un futuro que se desvanece.

Cualquier palabra: 
estratosfera.
Cualquier palabra que me esconda
y no decir...

que odio el amor y no te odio,
a pesar de la verdad
de que te amo.

Y hablar del tiempo y sus escalas.
La nieve virgen que no es blanca
sin dejar de lado a sus matices.

Decir que soy el ave
que se queda y ama     
      mientras la nieve         
           sigue
 cayendo.


sábado, 22 de abril de 2017

Holograma


He llegado aquí
como el viento a la costa
y diré
que no entiendo el nacimiento 
desde entonces.

Y es
desenredar un holograma
que no logro deshacer
o mirar una sombra
circular durante el día:

Una sombra no es un objeto.
Una sombra nunca encuentra
la posición del objeto,

pero si la sigues 
puedes intuir su forma.

Una pulpa de medusa 
                        escapa 
de mi boca y habla
en el lenguaje horizontal del agua.

Y es 
como ser lanzada 
entre el océano y la tierra
y ser
un náufrago a la deriva.

Pues no es el mar ni la ola brava
quien enrojece las banderas,
sino la inseguridad del hombre.

Yo también he intentado rasgar la piel,
la superficie escama de esos hombres:
Solo hallé más superficie.

Y es 
como sembrarse en la tierra y ver
el flotar de pétalos unidos
por una línea telaraña
solo evidente con el sol,

o no encontrar una palabra
que lo abarque todo.

Y he llegado aquí
para dejar constancia 
de que el mundo

es como llenarse el vientre
en cada ráfaga 
de nidos huérfanos y huevas
que tampoco sabrán cómo
ni dónde existir.


martes, 21 de marzo de 2017

La mujer deriva


Nací siendo mujer y siento
no tener memoria de ese llanto,
ese momento inconsciente 
de abrir los ojos
y no rendirme al no ver nada,

no temer
que no haya más que ver 
tras el ópalo del iris, las pupilas; 
ese momento de ser ciega, y pequeña
y normal.

Saber que no viví pegada al muro, 
que me fui acercando lentamente,
envuelta en voces que decían: camina 
erguido, mantente erguida, hija,
destruye lo que fuiste al nacimiento. 
Destruye hasta no sepas quién eres 
y cuando no lo sepas cede 
a lo que debes ser: mujer. 

Nací siendo mujer, cualquier mujer 
porque me habitabais todas.

Y no era mujer gastada, y siento 
no poder volver ni recordar 
ese momento 
de no tener mi forma dada, 
no saber 
que el boceto que tuve 
en el curvo cuerpo de mi madre, 
no era mi forma.

Cuando nací, sin conocer aún 
los bordes áureos del otoño,
el fluir del agua en roca y tierra 
y no había edificios: 
si los había, 
no conocía su palabra.

Y no era ahora,
no había mujer deriva, 
mujer que se aprende y se deforma, 
se deformó 
en el mismo instante en que nacía.

Mujer que camina erguida, 
siempre erguida 
y siempre cree que estuvo allí, 
ya estuvo allí. 

Quiero decir, 
que he llegado a ese muro 
y no hay nada.
Que soy mujer, 
que ahora soy mujer 
y tú dirás que he aprendido.

Mas nunca le pidas amor a una muerta.




martes, 31 de enero de 2017

El vuelo



«No les gustaba la lectura, sino presumir de que habían leído.»
Anónimo.
«Lector, ya conoces a tan delicado monstruo,
lector hipócrita ¡tú, mi prójimo, mi hermano!»
Charles Baudelaire.


Es el día en la ventana 
y la noche en mi cabeza.
                Todo mes: abril. 
Todo sintagma un fallo
                       rescatado 
de los labios de un mudo,
libros de voz silente
sobre mis ojos de tinta seca.

Y pregunto:
 
¿Para qué escribir poesía y máculas
que no leerá nadie?
¿Por qué dejar marcadas las palabras,
                                             inasibles,
sus esquinas dobladas 
como cicatrices de tiempo?

Para qué 
sino para dejar la puerta abierta
a la costumbre extrema del silencio, 
una esquirla apartada de los ojos
como testimonio abrupto de lo invisible.

Para qué, digo, 
para qué sino para hacer 
su exclusión inevitable
como el vuelo de un insecto.

Y entonces si olvidé mi voz, 
mi aliento escrito.

Si lo dejé castrado 
en el tibio cuerpo de mi madre
y llevo solo este paisaje en letanía,
                                letras de ástato,
como ambiciosas variaciones
de un verde cada vez más verde
en los recuerdos de una hoja.

Pues funciona así la exactitud voluble
                    de la memoria.

Pero no, qué digo,
¿para qué empeñarse en perseguir
lo no explorado por el dedo índice:
la poesía, el amor?

Para qué sino para ser el pájaro
que buscando el aire
descubrió 
         —en su fatiga— 
                          el vuelo.



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