“Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son al mismo tiempo más confusas y más intensas que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento. La soledad engendra lo original, lo audaz e inquietantemente bello: el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito”.

—La muerte en Venecia, Thomas Mann.

sábado, 12 de junio de 2021

La esperanza mínima


Neonata

pero no recuerdas el sin diente de lactante
y aún cazabas sueños desnuda de los ojos sin tacto,
invisibles versos como correría el futuro, minúscula 
minúscula, que vendrían las palabras descoloridas
por el gotelé de las paredes y dormirías
y tendrías ropa y el brasero y la bravura de los árboles
que no recuerdan la cabeza sin pelo, 
no crecerá el rubio en el silencio de las liendres, 
apretado en el cerebro sin recuerdos
con la prensión pulgar del labio en el silencio,
porque ya sabías sin saberlo, 
silencio



Niñez

sola sola en los patios de colegio
y canciones infantiles de gramola,
de las montañas rocosas con laderas y caderas
en telarañas sin lindes,
invitada en masa y al deber paterno
de cumpleaños escolares,
puerta cerrada en la caseta y abierta en la premura del baño
harían mi desnudez vulnerable y sin palabras para escribir el miedo,
niña niña minúscula y sola, conociste la felicidad para los otros
sin tantear aún la propia por el hoyo de los dedos



Adolescencia

más rocas corriendo y el hambre urgente de las líneas,
líneas líneas en el negro por los ojos y palabras que encerraran
la amplitud del cuerpo, niña casi, niña que perdiste en el vagón de la negada,
niña niña volviendo en línea arcilla sobre los dientes, hoja
metálica de psiquiatría, mecánica y salas que te guardaban
de la muerte con pastillas, suicidio precario de sueldo no pagado
como tu futuro inconcluso y defectuoso,
soledad de horas y palabras que enclaustrabas en diarios
con muescas cortadas y huecos en los que derramar la tinta
negra negra como tus fibras rodeando los brazos solos
por siempre solos por siempre solos que no sabías,
mente de café corre deprisa, distorsionada,
por las teclas calla-calla la manta tuerta de esqueletos,
tienes viento, calla-calla y la noche que silba entre los árboles
hasta exhalar la noche y el mal ambiente de los huesos.



Adultez

No te llega la memoria automática de vientres, sola sola,
descarnada de calores, invisible sueño de los cuerpos
ya no tienes,
escribe exilios de palabras nuevamente
rodeando en versos la memoria que trajiste etérea desde la lactancia sin diente,
roja roja la encía que cayó de las muñecas clínicas y rientes de ti
y de los abusos del vagón que no esperabas y te marcharon de cabeza
y de dulzura inocente, adiós chiquilla obesa por serlo,
quizás volviste a serlo por la obsolescencia del hambre en que viviste forzada,
creciste, sola sola, y escribirás alegre como quieres cuando no recuerdes la desgracia 
y quieras borrar lo nuevo para vivir novela blanca con la que asesinar
tu vida.

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