“Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son al mismo tiempo más confusas y más intensas que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento. La soledad engendra lo original, lo audaz e inquietantemente bello: el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito”.

—La muerte en Venecia, Thomas Mann.

sábado, 27 de julio de 2024

Carta a A.

 Hola, A.

Ayer descubrí la carta más corta del mundo:
Preocupado por las ventas de su libro, Victor Hugo le envió tan solo una interrogación a su editor (?). Tuvo la respuesta más corta del mundo:
Su editor le hizo saber que las ventas iban bien devolviendo tan solo una exclamación (!).

A., en cartas tan cortas los dos se entendieron.
Pensé que te gustaría saberlo (a mí me habría gustado decírtelo). 

Me recordó a ti, supongo. Supongo que tú veías mis ojos de símbolo porque tú también los llevabas: No me hacías avergonzarme por cómo me sentía. Creo que fue porque tú también conocías lo inevitable, tú también tenías que esconderte bajo la alfombra.

Lo de Victor Hugo quería contártelo, A., porque nunca llegué a decirte que cada vez que me miraste, recibí tu exclamación.


Perdona el resto., A, Aún te quiero.


También: A.

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