Hola, A.
Ayer descubrí la carta más corta del mundo:
Preocupado por las ventas de su libro, Victor Hugo le envió tan solo una interrogación a su editor (?). Tuvo la respuesta más corta del mundo:
Su editor le hizo saber que las ventas iban bien devolviendo tan solo una exclamación (!).
A., en cartas tan cortas los dos se entendieron.
Pensé que te gustaría saberlo (a mí me habría gustado decírtelo).
Me recordó a ti, supongo. Supongo que tú veías mis ojos de símbolo porque tú también los llevabas: No me hacías avergonzarme por cómo me sentía. Creo que fue porque tú también conocías lo inevitable, tú también tenías que esconderte bajo la alfombra.
Lo de Victor Hugo quería contártelo, A., porque nunca llegué a decirte que cada vez que me miraste, recibí tu exclamación.
Perdona el resto., A, Aún te quiero.
También: A.