Delante de los ojos,
mano sobre mano
para no derramar palabra alguna.
Si la realidad no cae del labio:
no existe.
Si no sedimenta en sílabas
y no cuelga
como racimos asimétricos
en cada oído: no existe.
Si se separa realidad y forma,
se adiestra al pensamiento
hasta moldearlo en una lámina
sin que quede en ella
ni una mancha ni un blanco
ni una curva de grafito:
no existe.
Si así se incrusta la palabra
y la palabra queda seca
en una llaga
y la llaga en la garganta.
Si se calcifica la voz,
se enquista,
rígida como un nexo
entre la columna y el estómago
y así convierto mi cuerpo
en casi idea,
casi transparencia o humo.
Si no vuelvo a verbalizarme,
si ignoro la ventana cerrada
de vuestros oídos
y allí me quedo:
mano sobre mano.
¿Quién no existe
y dónde el yo?
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