Ciento noventa y seis
nubes.
Las he visto.
Siempre al otro lado de
la ventana.
Yo no he venido aquí
a por la guardería de
insectos,
las plagas, las chinches,
a poner en cultivo a
cucarachas
con Diógenes dentro.
Y hay ciento noventa y
seis nubes
con forma de techo o
esquina.
No he venido aquí a por
el megáfono
de palabras sangrantes,
ni a ser el centro, la
invención
de una guerra.
No vine aquí a arrodillarme
con un cántaro en la cabeza
y sostener
avergonzada por la amplitud
de mis muslos,
no vine a labrar el polvo
y envejecer las manos.
Solo vine aquí a encontrar
algo más que mi propio eco,
un hogar.
Y contar nubes.
Pero lo que quedó de ti
está perdiendo la memoria:
Al tacto
es abrazar un jersey
que
nadie ha usado todavía.
He guardado el olor, el
sudor
grisblanquiazul de los
charcos,
he dejado que se
condensen:
Ciento noventa y seis
nubes,
sin descanso.
He tapiado las
ventanas
para que no se fuguen
mientras me marcho
para no volver.
Tus versos me conmueven, no sé decirlo de otra forma. Tanto es así que se me hacen pequeñas mis palabras. Muy bello. Casi me avergüenza mi blog. En fin, en cualquier caso, estás invitada a visitar la humilde morada de mis ideas: billelkactuz.blogspot.com
ResponderEliminarTus versos me conmueven, no sé decirlo de otra forma. Tanto es así que se me hacen pequeñas mis palabras. Muy bello. Casi me avergüenza mi blog. En fin, en cualquier caso, estás invitada a visitar la humilde morada de mis ideas: billelkactuz.blogspot.com
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