—Vladimir Kush.
y comprimirla en un folio,
hacerme ver en qué cantidad,
a qué velocidad su caída.
Y yo sabré al leerte
sobre qué baldosa o hierba muere,
cómo se deshace el cielo
o se mezcla el viento
en sus tonos de gris.
Puedes hablar tanto
y tan bien de la lluvia
que mi piel se torne húmeda,
fría, y sienta
el olor inconfundible de la tierra.
Y aun así, escucha:
La lluvia nunca será tuya,
nunca podrás crearla.
Seguirá existiendo únicamente
ahí fuera:
muda,
inalcanzable,
libre.
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