Hay una voz oculta
en el ancho de las hojas,
y tal vez sea miedo,
y es
como doblar un junco
en la explanada frágil
de la memoria.
Sin embargo,
ahora,
con las manos dormidas
y la cabeza en el suelo,
ahora, ¿qué?
¿Soltaré acaso mi mano
de la obsesión anfibia,
borraré de mis recodos
los grabados de esperanza?
Acaso, ahora
Ahora que consumo en otro
besos largos,
largos
como el caminar de un eco.
¿Qué haría si volviera?
¿Soplaría yo su aire
en el pulmón de otro,
sacaría el tacto húmedo
subterráneo de mi pecho
...sin querer siquiera
volver a rellenarlo?
Y en verdad
sé que este rugido en el fondo
es el oscuro foco
de mi egoísmo,
la conciencia que golpea
con la violencia de un padre.
Y aún así,
toda la sed y el hambre
con que horadé en mí
sus huellas,
toda la fluidez de brazos
con los que aún escarbo,
¿cómo dejar que se pierdan?
Escucho la voz dormida
afilarme entre las hojas
y encuentro su trampa oculta.
Ese era el interrogante:
¿Cómo querer ser justa
y besar
un lugar o un nombre
al que no pertenezco?
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