Nací siendo mujer y siento
no tener memoria de ese llanto,
ese momento inconsciente
de abrir los ojos
y no rendirme al no ver nada,
no temer
que no haya más que ver
tras el ópalo del iris, las pupilas;
ese momento de ser ciega, y pequeña
y normal.
Saber que no viví pegada al muro,
que me fui acercando lentamente,
envuelta en voces que decían: camina
erguido, mantente erguida, hija,
destruye lo que fuiste al nacimiento.
Destruye hasta no sepas quién eres
y cuando no lo sepas cede
a lo que debes ser: mujer.
Nací siendo mujer, cualquier mujer
porque me habitabais todas.
Y no era mujer gastada, y siento
no poder volver ni recordar
ese momento
de no tener mi forma dada,
no saber
que el boceto que tuve
en el curvo cuerpo de mi madre,
no era mi forma.
Cuando nací, sin conocer aún
los bordes áureos del otoño,
el fluir del agua en roca y tierra
y no había edificios:
si los había,
no conocía su palabra.
Y no era ahora,
no había mujer deriva,
mujer que se aprende y se deforma,
se deformó
en el mismo instante en que nacía.
Mujer que camina erguida,
siempre erguida
y siempre cree que estuvo allí,
ya estuvo allí.
Quiero decir,
que he llegado a ese muro
y no hay nada.
Que soy mujer,
que ahora soy mujer
y tú dirás que he aprendido.
Mas nunca le pidas amor a una muerta.
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